Que todo tiempo pasado fue anterior y mejor no me cabe la menor duda, como que todo tiempo futuro será posterior.
Por esas épocas la vida me sonreía, porque me había hecho un blanqueado de los dientes.
Me acuerdo cuando fui elegida capitana de las porristas, fue francamente increíble, los saltos, las acrobacias, las porras y los porrazos, fracturas de costillas y piernas, qué placer enorme. Lástima que nunca pudimos presentarnos porque nos dejaron encerrados en cuarentena por una pandemia de piojos. Eramos 40 en una habitación de 2x2, fue alucinante, eso sí fue un reality show.
En otra oportunidad fui Reina de la Cosecha de Nabos, porque me engnaché con todos los huevones del pueblo y las ciudades vecina, así que digamos que fue una coronación casi internacional. El mejor fue el hijo del intendente, un divino total pero lo tuve que dejar porque " grande fue mi desengaño cuando al cabo de un año todavía se hacía pis", se tornó muy complicado en especial cuando se olvidaba la bolsita cuadrillé pintorcito con el pañal de repuesto o traía uno berreta.
Un verano me fui a estudiar a Londres inglés y por supuesto de allí a conocer Europa, obvio. No tenía euros pero conocí toda Europa, no tenía dólares pero conocí toda Europa, no tenía yens pero conocí toda Europa....mi cuerpo se convirtió en la moneda del país local y gracias a su renta y/o permuta me di cuenta que había fundado mi propia inmobiliaria.
Finalmente regresé y tuve una relación que me pegó fuerte, era a trompazos limpios, me enganché con un zángano alucinante, sucio y vividor, no tenía nada bueno pero era un dulce de leche vencido. Después de un tiempo, esto de no poderse encontrar ninguna virtud lo desquició y se asoció al Club de Mar y SPA "Monjes Tibetanos" y me dejó.
Ahora que pasaron los años con experiencias malas y otras mucho peores muy gratificantes, habiendome afianzado en un lugar porque estoy en libertad condicional, recuerdo esos tiempos con nostalgia porque fueron los mejores momentos de mi vida en donde todos los hombres me engañaban, tenía fracaso tras fracaso en la facultad, era el peor castigo de mi vieja y para el mundo un desastre único e irrepetible.
Gracias tiempo pasado por haberme permitido ser tan feliz.
Conocí personalmente al infeliz, que la autora llama zángano alucinante, etc., etc. Lo encontré en una lúgubre barsucho de Constitución y me confesó lo siguiente. Hacerme miembro de "Monjes Tibetanos" fue lo mejor que me pudo pasar. Todavía no la pude olvidar del todo. Cuando recuerdo su rostro y su pelo todo empiojado, busco en cubierta el pez más grande que hayamos pescado y le pego dulcemente diciendo su nombre hasta que le saltan los ojos "pa fuera" e invoco a los dioses para que fuese ella la que estuviera en su lugar y todo sea como antes. Pero eso ya no es posible. Ahora estoy con otro bagre, pero este es de mar!!!
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